Cuando Kamikaze salió en abril de 1982, muchas de las letras del quinto disco solista de Luis Alberto Spinetta parecían ser una referencia directa a la Guerra de Malvinas. Incluso contenía canciones como “Y tu amor es una vieja medalla” que luego se interpretaron como una predicción postguerra de la desilusión y el desapego que aquellos jóvenes sentirían al ver que su propio país los había mandado a morir. La impotencia que sentirían los sobrevivientes al volver al continente, así como la necesidad de honrar el sacrificio de los derrotados, también podrían estar presentes en “Águila de trueno, parte 2“, cuando el Flaco canta sobre un hombre que camina llorando por la mañana mientras su hijo lo espera.
Sin embargo, lo cierto es que estas canciones fueron escritas entre 1965 y 1978; se tratan de composiciones que no habían logrado formar parte de ningún disco de Almendra, Pescado Rabioso, Invisible o Spinetta Jade. Además, el disco fue grabado entre febrero y marzo de 1982 en los estudios Del Cielito, y su estreno sucedió casi en simultáneo con el inicio del conflicto, por lo cual era imposible que Spinetta hubiese intuido esa situación bélica. Como reconstruye el periodista Sergio Marchi en su libro Spinetta, ruido de magia, la composición más antigua del disco es “Barro tal vez”, canción que Spinetta escribió cuando tenía 15 años inspirado por el álbum Beatles for Sale (1964) de The Beatles. El cuarto álbum de la agrupación de Liverpool había demostrado la evolución como compositores de Lennon y McCartney, y generó un fuerte impacto en la vida del joven argentino. Spinetta quería ser un compositor a la altura de sus ídolos ingleses, pero dado que cantar canciones de ese género en castellano (como estilaban en el Club del Clan) le sonaba mal, se decidió por crear esta icónica zamba.
Las heridas en el alma de quien debe “amar hasta morir” lavadas por la lluvia, la necesidad de un hombre de cantar un sentimiento aunque la boca se le pudra… Kamikaze es un homenaje al sacrificio humano. En su libro, Marchi cuenta que el título surgió del interés de Spinetta por la Segunda Guerra Mundial. Al ver que estaban perdiendo la guerra, y en su gran devoción por el emperador, los japoneses comenzaron a mandar aviones bomba para estrellarlos contra los barcos estadounidenses que llegaban a las costas de su isla. Fue Machi Rufino, bajista de Invisible, quien le habló de ellos a Spinetta y le explicó el significado de la palabra “kamikaze”: viento divino. Patricia Salazar, esposa de Spinetta, contó años más tarde que “a Luis le impactó mucho adentrarse en la historia de los kamikazes, saber que había seres capaces de inmolarse y creo que allí nació su interés por todo lo japonés”. De hecho, hablando sobre el tarareo de la canción que lleva el nombre del disco, Luis se explayó: “Me imagino el ocaso en un día de guerra en que se han perdido muchas vidas y otras aún permanecen… Imagino al kamikaze en la lejanía, perdido en esa acción…”.
Para el libro Spinetta: crónica e iluminaciones de Eduardo Berti, Luis expuso que: “No concibo la posibilidad de que los hombres se maten, ni por inmolación, ni para beneficio de la guerra, ni jugando a los dados o la ruleta rusa, ni en la calle, ni en los accidentes”. Inluso, en el sobre interior del disco fijó su postura sobre la guerra con un mensaje: “Vivimos calificando entre los rubros de nuestra ignorancia. Por eso admiro profundamente la decisión de aquellos jóvenes kamikazes, al margen de la abominación de la guerra”. Sin embargo, el compositor va más allá del significado bélico de la palabra y en otro texto se pregunta si ya no hay “kamikazes creativos” en la vida. En relación a esto, en el libro Martropía, conversaciones con Spinetta de Juan Carlos Diez, el Flaco opina que cada vez hay menos artistas que dejan de lado la idea del éxito seguro tomando decisiones creativas. En esa línea, añade que: “Ahora lo más estándar y lo más seguro es lo que pega con la gente. Y, en general, a través de esas ideas no se provocan hechos artísticos”.
Durante un reportaje para la revista Vida en diciembre de 1982 incluido en el libro de Berti, Spinetta comentó que kamikaze es quien muere por su pasión, sea el rockero con su viola o el médico con su bisturí: “No quiero no sentir pasión por lo que estoy haciendo, o hacerlo por un simple y determinado compromiso con la gente. Ese es el gran error. Acá, en la guerra de las Malvinas, sé de posta que hubo kamikazes. Pero dejá de lado el plano bélico y ponelo como energía de polenta, aplícalo a la creación, a luchar contra la mediocridad y contra la destrucción del mundo“.
Y es que Spinetta veía a Kamikaze como un disco muy arriesgado dentro de su carrera. Por eso decidió desprenderse de las guitarras eléctricas que abundaban en sus discos más recientes para colgarse a los hombros una guitarra acústica Ovation cuyo sonido no lo convencía del todo. En esta labor suicida, Spinetta decidió grabar canciones que había descartado para otros discos pero que sí había tocado en vivo a lo largo de su carrera. La producción se realizó en los estudios Del Cielito, ubicados en el barrio de Parque Leloir en Ituzaingó, en un ambiente tranquilo y natural que tuvo su impronta en el sonido acústico e íntimo del álbum. En “Barro tal vez”, detrás de Spinetta y el piano Fender Rhodes de Diego Rapport, incluso se puede escuchar el canto de unos grillos de fondo. “En aquel entonces no existía el Acceso Oeste para llegar a Parque Leloir -explica Gustavo Gauvry, ingeniero de sonido-. En el fondo tenía una selva, era campo. Había grillos, sapos, luciérnagas, era un sonido tipo música de las esferas”.
Pero Kamikaze no se limita a ser un disco meramente acústico, y cuenta con aportes de pianos, sintetizadores, detalles de percusión y mínimas máquinas de ritmo. De hecho, la única canción en la que solo se puede escuchar a Spinetta con una guitarra es “¡Ah!… basta de pensar”, tema que tuvo su origen un día de 1972 cuando el músico estaba en el Chevy del periodista Jorge Pistocchi con una guitarra acústica. Quizás por eso es que muchos críticos han visto a Kamikaze como un antecedente del formato Unplugged (el mismo Spinetta grabaría para el ciclo de MTV en 1997). En esa línea, la suave participación de Diego Rapoport en piano es esencial en el disco. Su primer aporte al trabajo se puede escuchar en “Ella también”, tema que fue parte de la fallida ópera de Almendra.
Otra rareza que se puede encontrar en este trabajo tiene que ver con la percusión de “Águila de trueno”, para la cual David Lebón utilizó un lavarropas como bombo y una baqueta de batería. Durante ese verano estaban llegando a Argentina las primeras baterías electrónicas, por lo cual para la segunda parte de esta misma canción Luis se valió de una Boss Dr. Rythm, que también volvió a tomar presencia en “Y tu amor es una vieja medalla”. En el extremo más acústico del disco aparece “Almendra”, un tema compuesto junto al fotógrafo Eduardo Martí, invita al oyente a descansar con un instrumental a dos guitarras que deja bien en claro el camino del disco de saltar al abismo por la originalidad. Con Martí también compuso “Quedándote o yéndote”, donde Rapoport se carga un Electric Grand Piano Yamaha con una melodía que probablemente haya inspirado al mismísimo Charly García en “Los dinosaurios”.
En cuanto al minimalista arte de tapa, fue obra de Salazar, quien fotografió a Spinetta con una película infrarroja, material que hasta ese momento solo utilizaba el servicio de inteligencia del gobierno de Estados Unidos y un amigo de la pareja consiguió. El proceso de revelado era muy experimental, ya que este tipo de rollo trabajaban por temperatura y era imposible saber cómo habían salido las fotos hasta ver el resultado final. Lograron revelarlas con ayuda del fotógrafo Hernán Roibón, quien prestó su estudio y sacó algunas fotos más. Salazar y Roibón hicieron varias pruebas y finalmente Spinetta se decidió por las fotos que había tomado su pareja.
A 40 años de su publicación, Kamikaze sigue siendo un álbum a la vanguardia que pone en la cima de la música argentina al nombre de Luis Alberto Spinetta. El artista demostró la inagotable innovación que ofrecen los sonidos acústicos, solo se necesita ser más kamikaze.
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