En el cine y las series coreanas en particular, aunque es algo que puede extenderse a todo el cine asiático de éxito internacional -del kaiju eiga japonés y los ‘Power Rangers’ a las superproducciones indias- reside una singular contradicción. Tienen una universalidad que las hace atractivas para públicos de todo el mundo y también son, a menudo, las series y películas más increíblemente extrañas que uno pueda echarse a la cara.
Su humor a menudo extremo, ridículo y fuera de contexto; los excesos que se toman con la violencia y la escatología; sus ritmos opuestos a los occidentales -que siempre están deseando contar mucho, muy rápido y todo el rato-; y su desprejuiciada mezcla de géneros -rara vez una película asiática es solo «de terror» o «de acción», sino que viene salpimentada con abundancia de drama, comedia, o de todo a la vez- las convierte en rarezas. Y sin embargo, ahí está ‘El juego del calamar’ como la sensación internacional de 2021 en Netflix.
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Y en el caso de ‘El juego del calamar’ está claro el por qué de su atractivo: una historia de una simplicidad que roza la abstracción y con referentes conocidos fuera de Asia (de ‘Saw’ a ‘Humor amarillo’). Y además de una trama muy bien urdida y llena de suspense y una estética clara y que también trasciende fronteras, apunta a temas universales y muy actuales, entre ellos las decisiones radicales que nos vemos obligados a tomar en casos de extrema necesidad. No todo el mundo puede sacar un cóctel con buen sabor a partir de todos esos ingredientes, pero en Corea, que pone sátiras anticapitalistas y true crimes brutísimos en el mercado internacional cada pocos meses, están acostumbrados.
Es muy posible que ‘Estamos muertos’ no llegue a alcanzar ese mismo impacto. Por una parte, posee un salvajismo impredecible que lo hace menos accesible. En ‘El juego del calamar’ teníamos explosiones esporádicas y predecibles de violencia, limitadas al contexto de las pruebas; aquí la infección se desata en los primeros momentos, y tenemos infectados descuartizando chavales casi desde el primer momento. La tensión es constante y no se pisa el freno. Demasiado, quizás, para el espectador medio de Netflix.
‘Estamos muertos’: el título lo dice todo
Esta nueva producción de Netflix es la última muestra del subgénero zombi venido de Corea, que últimamente nos ha dado piezas como ‘Train to Busan’ y su secuela ‘Peninsula’, ‘Vivo’ y la también producida por Netflix ‘Kingdom’. Y como todas sus precedentes, es una excelente muestra de qué resulta tan atractivo de las producciones del país a las audiencias occidentales. Todo lo mencionado más arriba está aquí, como el humor que ayuda a digerir las terribles escenas de horror, la mezcla de géneros o las referencias comprensibles en todo el mundo (el infectado salvaje hace años que se convirtió en monstruo universal, y hay simpáticas referencias meta a éxitos del género como ‘Train to Busan’)…
Pero el auténtico atractivo de ‘Estamos muertos’ está en cómo, sin dejar de lado una persecución y acoso incesante (hay capítulos, como el segundo, que son auténticos ejercicios de tensión y claustrofobia de hora y pico), ‘Estamos muertos’ se las arregla también para hablar de otros temas. Igual que ‘El juego del calamar’ trataba de la asfixiante situación económica a la que el capitalismo salvaje ha llevado a Corea, aquí se habla de la inhumana presión que tienen que vivir los estudiantes coreanos, y como el bullying, la depresión y la competitividad son efectos colaterales de esa situación.
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Son estos mensajes los que dan tridimensionalidad a los personajes, que como siempre viven sus dramas con la intensidad absolutamente desbordada, pero así es como consiguen convertirse en importantes para el espectador: las amistades, los odios, los encaprichamientos y las relaciones que van evolucionando se convierten en los últimos rastros de humanidad en una situación desesperada. De nuevo, pocas series como las coreanas saben encontrar ese equilibrio.
En su segunda mitad la serie es, en parte, incapaz de mantener el febril ritmo de su inicio, y desaprovecha la oportunidad de ahondar en la terrible y dramática historia que da inicio a la plaga. Pero ‘Estamos muertos’ (cuyo título parece el reverso tenebroso de ‘Están vivos’ de John Carpenter) es una potentísima historia apocalíptica que se devora casi de un trago pese a sus larguísimos episodios. Una muestra más de la potencia irresistible de las ficciones coreanas.
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La noticia
‘Estamos muertos’: la última salvajada zombi de Netflix habla, sobre todo, de por qué tienen tanto éxito sus series coreanas
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Xataka
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John Tones
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