Hay industria aeroespacial más allá de SpaceX. Si se aparte el foco de los cohetes Falcon, el Dragon o las promesas de Elon Musk sobre la colonización de Marte, en el jugoso negocio de la fabricación de dispositivos y el transporte espacial se encuentra un buen puñado de compañías. Quizás no generen tanto ruido como la firma del aún más mediático Musk, pero avanzan y a buen ritmo. No hay que irse a sus competidores Virgin o Blue Origin, ligadas igualmente a celebridades. En lid hay empresas que ya han logrado contratos millonarios y ganan peso en el sector.
En el quién es quién de la industria aeroespacial, en especial la de Estados Unidos, hay (otras) empresas que llevan tiempo pisando fuerte en un sector que vive una segunda “edad dorara” —de mano, en esta ocasión, del capital privado— y que solo en 2021 logró captar en EEUU una inversión que rondó los 17.000 millones de dólares de las compañías de capital riesgo. No es raro. Gran parte de ese movimiento de fondos apunta a una diana clara: el lanzamiento de satélites.
Y para muestra, un botón.
Un negocio cada vez más disputado
En el marco de su Programa de Servicios de Lanzamientos, en diciembre de 2020 la NASA anunciaba la firma de varios contratos de demostración para lanzar pequeños satélites al espacio, como CubeSats, microsats o nanosatélites. Los acuerdos rozaron en total los 17 millones de dólares y se repartieron entre tres firmas: Astra Space, que recibió 3,9; Relativity Space, que se hizo con otro de tres millones; y Firefly Black, que se alzó con el contrato más jugoso, de 9,8 millones. Las tres tienen sus sedes localizadas en EEUU y llevan ya cierto tiempo haciendo carrera.
AstraSpace tiene sus orígenes en 2016, en Delawere, se dedica a proporcionar servicios de lanzamiento desde Alaska y Florida y ofrece la posibilidad de enviar cargas útiles de hasta 500 kilos a órbitas de inclinación media de hasta 500 km. Tras el éxito logrado con sus cohetes Rocket 3, 3.1 y 3.2, en noviembre demostró su capacidad para poner en órbita una carga útil. La compañía recibía sin embargo un severo revés hace solo unos días, al fracasar en su debut comercial para la NASA: durante la misión la etapa superior del Rocket 3.3 se salió de control y no pudo completar la entrega de los cuatro cubesats que transportaba. Tras el fallo, sus acciones cayeron un 26%.
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Más o menos de la misma edad —se fundó en 2015—, Relativity Space se dedica al desarrollo de cohetes capaces de poner satélites en órbita de una forma rápida y «económica». El nombre de la startup es conocido, sobre todo, por su apuesta por la impresión 3D, con la que elaboran casi todas las piezas de sus vehículos. Su primer cohete es Terran 1 y sobre la mesa tiene ya planes para el siguiente, Terran R, un modelo similar a su predecesor, pero con una característica clave: la compañía quiere que sea reutilizable, igual que el Falcon 9 de SpaceX.
A pesar de su juventud, la compañía ha logrado ya captar la atención de los inversores. Como precisa CNN, cuenta con el respaldo de Fidelity y BlackRock y su valoración supera los 4.000 millones de dólares, lo que le ha permitido dotarse de mejores instalaciones y plantilla. Según sus responsables, echando mano de la impresora 3D Stargate —capaz de imprimir con aleaciones metálicas— la empresa puede fabricar el fuselaje con rapidez y ahorrando piezas.
Le quedan retos importantes, en cualquier caso. El principal es demostrar la eficacia de su propuesta en la práctica. Relativity confía en que el Terran 1, que tenía previsto despegar ya a finales de 2021, pueda hacerlo en el corto o medio plazo, en “unos pocos meses”, como precisaban hace solo unos días. Por lo pronto, la compañía asegura que ya tiene reservas para transportar satélites.
Empresas jóvenes y con décadas de experiencia
Firefly Aerospace es otro de los nombres del sector que aspira alto. La compañía, con sede en Austin, se ha marcado el objetivo de ofrecer una solución para el transporte de cargas útiles de 1.000 a 10.000 kilos ya este mismo año por un precio de partida de 15 millones de dólares. En septiembre del año pasado la compañía realizó el vuelo de prueba de su vehículo de lanzamiento Alpha desde California, si bien no alcanzó la órbita ni llegó a cumplir con todos sus objetivos a causa de una “anomalía”; y en octubre finalizaba la revisión de su modelo de aterrizaje lunar Blue Ghost.
En el competitivo sector de la fabricación y los servicios de lanzamiento de satélites destaca también Rocket Lab, firma conocida sobre todo por su vehículo de lanzamiento Electron. La compañía —con sede en California, aunque fue fundada en Nueva Zelanda en 2006— se encuentra ahora en plena expansión. Tras completar su fusión con una empresa de adquisición de propósito especial y salir a bolsa, en otoño Rocket Lab se hizo con varias compañías del sector dedicadas al desarrollo de software de vuelo y estructuras aeroespaciales, y ahora está embarcada en la ampliación de sus instalaciones en Colorado. En agenda tiene también un lanzamiento para Synspective.
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En el sector hay muchos otros nombres, algunos de multinacionales que alcanzan facturaciones mil millonarias y vienen de la industria aérea. Es el caso, por ejemplo, de Northrop Grumman, que en 2018 se hizo con Orbital ATK e involucró en un nicho de negocio en el que ha apostado con fuerza y ha derivado en Space Systems. El sello de Northrop estaba por ejemplo en OmegA, el vehículo de lanzamiento de carga que desarrolló para competir en la adjudicación de un contrato de lanzamiento espacial de seguridad nacional, pero que se acabó cancelando en septiembre de 2020.
Otra firma con una larga historia detrás es Sierra Space, firma fundada en los 60 en Estados Unidos y está detrás del Dream Chaser, la nave diseñada para transportar tripulación y reabastecer a objetos situados en la órbita terrestre baja, como la Estación Espacial Internacional (ISS). Suya es también Shooting Star, vehículo de transporte flexible que se usará como accesorio del Dream Chaser.
Los nombres más mediáticos del sector, más allá de SpaceX, son sin embargo otros: Virgin y Blue Origin. Ambos pisan fuerte. Y ambos han logrado también hitos relevantes en sus propias carreras, más allá del turismo espacial. Y ambos están vinculados a celebridades. Virgin, ligado a Richard Branson, alcanzó un logro fundamental hace apenas medio año al poner en órbita siete satélites gracias a un avión Boeing 747 modificado para albergar el cohete Launcher One.
En cuanto a Blue Origin, que ha rivalizado con SpaceX incluso en los juzgados al demandar a la NASA por un contrato de exploración lunar otorgado a la firma de Musk, trabaja igualmente en su cohete reutilizable New Glenn de clase orbital.
Otra de las grandes compañías con una huella profunda en el sector es Boeing, con proyectos de calado como Boeing Starliner, alternativa a Dragon Crew de SpaceX para llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional.
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La noticia
El quién es quién de los competidores de SpaceX: qué otras empresas están pisando fuerte en el espacio
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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