Ninguno lo sabíamos (es más, ni siquiera lo sospechábamos) pero desde hace más de 200 años hay una batalla a sangre y fuego que tiene como campo de batalla la piel de los erizos. Sí, los erizos. Allí, un hongo y una bacteria están enfrascados en una bacteria que llevó a los primeros a segregar antibióticos y, como consecuencia, a las segundas a desarrollar resistencias a esos antibióticos.
Parece una curiosidad, pero en realidad este sencillo descubrimiento de la Universidad de Cambridge es un misil en la línea de flotación de mucho de lo que creíamos saber sobre las superbacterias. Es más, nos lleva a plantearnos una vez más cómo encaramos uno de los mayores retos del siglo: el hecho de que nos estamos quedando sin antibióticos.
Un nuevo frente de batalla
«El mal uso de la penicilina, con dosis demasiado elevadas, podría hacer que los microbios se volviesen resistentes y revertir así sus beneficios», dijo Alexander Fleming en su discurso de recepción del Nobel. Eso fue 15 años después de descubrir la Penicilina y, desde entonces, esa ha sido la idea generalizada: que el uso de antibióticos en humanos y en el ganado ha sido la culpable de la aparición de las resistencias.
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Hay buenas razones para creerlo y, de hecho, hasta donde sabemos, el uso indiscriminado de los antibióticos es el principal culpable. Por ello, cuando los investigadores se dieron cuenta de que hasta el 60% de todos los erizos de Dinamarca y Suecia tenían un tipo concreto de «Staphylococcus aureus resistente a la meticilina» (llamado mecC-MRSA) les llamó la atención. ¿Cómo había acabado ahí? ¿Cómo era que habían acabado distribuido en casi toda Europa e, incluso, en Nueva Zelanda?
Tras secuenciar más de 1.000 cepas de la bacteria, descubrieron que, contra todo pronóstico, lo que mejor explicaba la aparición inicial de la resistencia no era la exposición a la penicilina sino la convivencia del S. aureus y el hongo Trichophyton erinacei (capaz, como decía, de producir sus propios antibióticos) en la piel de esos erizos.
El impacto del mecC-MRSA en la salud humana es relativo. Ocasiona, aproximadamente, una de cada 200 infecciones de MRSA. No obstante, el hallazgo abre un nuevo frente de batalla en la guerra contra las resistencias y nos va a obligar a reexaminar muchas de nuestras ideas sobre las cepas bacterianas resistentes actuales. Pero, fundamentalmente, nos enfrenta a nuestras estrategias para combatirlas porque, si algunos de los linajes que conocemos tienen un origen natural, el uso racional de los antibióticos es necesario, pero no suficiente. Hay que ir más allá y hay que hacerlo rápido.
Imagen | Sierra Nicole
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La noticia
Desde hace más de 200 años hay una batalla secreta en la piel de los erizos y es extremadamente importante: el espinoso origen de las resistencias antibióticas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
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